Estar pendiente de la situación del tráfico y anticiparnos a sus circunstancias, permite mantener una velocidad constante, evitando acelerones, frenazos y cambios de velocidad que fuerzan el motor, y por consecuencia, gastar más combustible. Si se mantiene una conducción adecuada a la situación y con velocidad moderada, se conseguirá no solo reducir el consumo, sino también el desgaste de los componentes del vehículo.

Por norma general, lo más adecuado es utilizar marchas largas cuando sea posible, ya que esta acción permite que el motor del coche esté menos forzado y el consumo se vea reducido. En esta situación el vehículo estará trabajando con una conducción “a vela”, es decir, con el propulsor más desahogado. Lo que permitirá un mayor ahorro en combustible. 

También es importante llevar a cabo una buena gestión de la primera marcha, ya que tiene mucha fuerza y poco recorrido, así que conviene emplearla solo al salir desde parado, pasando rápidamente a segunda. Esto permitirá ahorrar en combustible teniendo en cuenta que  la mayoría de los coches se pueden encargar sin problemas de mover el vehículo incluso a velocidades muy bajas en una marcha superior.

Para llevar una conducción eficiente es fundamental encontrar el punto óptimo para cambiar de marcha, que en el caso de los vehículos de gasolina estaría en torno a las 1500- 2500 rpm, mientras que en los diésel gira en torno a 1300- 2000 rpm. De esta forma, se puede evitar quedarse corto y tener que gastar más en la siguiente marcha para recuperar o, en el caso contrario, revolucionar el coche por encima del punto óptimo, gastando de más, hasta que suba de marcha.

Por lógica, cuanto menos se le exige al motor, menos combustible se consume. Por esta razón se recomienda viajar a una velocidad que no supere los 120 km/h en autopistas, ya que a partir de esta velocidad el consumo será mayor por un tema aerodinámico en la mayoría de los casos. 

Si es cierto que mantener correctamente hinchados los neumáticos puede afectar al ahorro en combustible, y esto se debe a que al girar, el neumático sufre una deformación cíclica que dificulta su rodadura y lo calienta. Por consecuencia,  la presión del aire que contiene es lo que permite al neumático soportar el peso del coche, así que si la presión es insuficiente, la deformación aumenta considerablemente y, con ella, la resistencia a la rodadura y el consumo.  Además, mantener los neumáticos con la presión correcta y en buen estado, aumenta la seguridad del vehículo.

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